29 junio 2010

QUAM 2010 (VIC) Entre grietas. Ciudadanías y prácticas artísticas en código abierto

Ciudadanías y prácticas artísticas en código abierto
La ciudad en tanto que espacio público es lugar de acogida y de refugio, de negociación y de conflicto, de integración y expulsión, espacio para compartir y espacio para conquistar, de calidad de vida y de segregación, de creatividad y de destrucción, de pacto y de revolución, de tránsito y de residencia, de soledad y de colectividad. Es ante todo el lugar para ejercer como ciudadano de todos aquellos que habitan en ella.
Las prácticas artísticas que inciden en el espacio social están estrechamente vinculadas a la ciudad y a las políticas culturales y sociales. Todos estos elementos mantienen una relación de dependencia y de afectación mutua. Bajo esta premisa se plantea tratar el concepto de ciudadanía desde la perspectiva de las prácticas artísticas que trabajan en el espacio social, ya sea desde el ámbito de la acción, la representación o la participación, y en relación con otros agentes que hacen de la ciudadanía un tema de análisis en el contexto social y político.
La condición de ciudadanía está sometida al conflicto. El conflicto no existe si no hay conciencia de identidad, de pertenecer a un grupo concreto con unos objetivos sociales, culturales y políticos comunes. El cambiante escenario de nuestras ciudades con la presencia visible en el espacio público de la multiplicidad cultural y étnica, hace que la movilización social para redefinir la condición de ciudadanía alcance nuevos espacios de representación. La relación local-global, nacional-universal afecta a la lógica de la ciudadanía expandida y afecta, también, a las prácticas artísticas que buscan en la ciudad un lugar para la acción.
A menudo las prácticas artísticas y creativas sufren una falta de relación en el contexto social y una escasa presencia en el ámbito educativo, que no ayuda a resolver ciertos problemas antagónicos de comunicación de este tipo de prácticas con los públicos. El código abierto en este contexto se refiere a la posibilidad de modificar de manera compartida, de construir conjuntamente significados y representaciones en la complejidad mutable del contexto social de la ciudad.
Este seminario se plantea desde el cruce de dos perspectivas no siempre conectadas, las prácticas artísticas y las prácticas socioculturales. Las prácticas artísticas que señalan posibles vías propositivas, desde mostrar situaciones latentes, hasta aportar soluciones, promover estrategias u orientaciones aplicables y que pueden tomar forma en las políticas culturales o sociales. Las prácticas socioculturales interesadas en promover situaciones imaginativas para incrementar las relaciones interculturales o la comunicación entre las diferentes condiciones ciudadanas presentes en los espacios públicos contemporáneos.
Líneas exploratorias:
- Experiencias que plantean alternativas a la relación entre ciudadanía y prácticas artísticas.
- Prácticas artísticas en el espacio social, entre la interacción, la participación y la mediación.
- Los conflictos de la ciudadanía en el contexto social, cultural y político.

ENCUENTRO ARQUITECTURAS COLECTIVAS

19-25 de Julio 2010, Pasaia (Gipuzkoa), Ziriza Etxea

Organizado por M-etxea, Lur Paisajistak, Recetas Urbanas, Straddle3 y Jaizkibia
Con la colaboración de Hiria Kolektiboa, Todo por la Praxis, Hackitectura y otros colectivos

Se celebra por primera vez en Euskadi el Encuentro Arquitecturas Colectivas, un Foro promovido por colectivos internacionales para debatir y reflexionar sobre la construcción participativa del entorno urbano. Las inscripciones a los talleres están abiertas en la web de arquitecturas colectivas.


14 junio 2010

EL ESPACIO PÚBLICO SEGÚN... MANUEL DELGADO

Espacio Público
Manuel Delgado
El País (05-09-2006)

De entrada, espacio público podría ser un instrumento conceptual que le permitiera a las ciencias sociales de la ciudad agrupar los diferentes exteriores urbanos: calle, plaza, vestíbulo, andén, playa, parque, muelle, autobús..., entornos abiertos y accesibles sin excepción en que todos los presentes miran y se dan a mirar unos a otros, en que se producen todo tipo de agenciamientos -microscópicos o tumultuosos, armoniosos o polémicos-, en que se dramatizan encuentros y encontronazos, luchas y deserciones, reencuentros y extravíos... Inmensa urdimbre de cuerpos en movimiento que nos depara el espectáculo de una sociedad interminable, rebosante de malentendidos y azares. Ese espacio sólo existe como resultado de los transcursos que no dejan de atravesarlo y agitarlo y que, haciéndolo, lo dotan de valor tanto práctico como simbólico.

Para el urbanismo oficial espacio público quiere decir otra cosa: un vacío entre construcciones que hay que llenar de forma adecuada a los objetivos de promotores y autoridades, que suelen ser los mismos, por cierto. En este caso se trata de una comarca sobre la que intervenir y que intervenir, un ámbito que organizar en orden a que quede garantizada la buena fluidez entre puntos, los usos adecuados, los significados deseables, un espacio aseado y bien peinado que deberá servir para que las construcciones-negocio, los monumentos o las instalaciones estatales frente a los que se extiende vean garantizada la seguridad y la previsibilidad. No en vano la noción de espacio público se puso de moda entre los planificadores sobre todo a partir de las grandes iniciativas de reconversión de centros urbanos, como una forma de hacerlos apetecibles para la especulación, el turismo y las demandas institucionales en materia de legitimidad. En ese caso hablar de espacio siempre acaba resultando un eufemismo: en realidad se quiere decir siempre suelo.

Afín a esa idea de espacio público como complemento o guarnición para los grandes pasteles urbanísticos, hemos visto prodigarse un discurso también centrado en ese mismo concepto. En este caso, el espacio público pasa a concebirse como la realización de un valor ideológico, lugar en que se materializan diversas categorías abstractas como democracia, ciudadanía, convivencia, civismo, consenso y otras supersticiones políticas contemporáneas, proscenio en que se desearía ver pulular una ordenada masa de seres libres e iguales, guapos y felices, seres inmaculados que emplean ese espacio para ir y venir de trabajar o de consumir y que, en sus ratos libres, pasean despreocupados por un paraíso de amabilidad y cortesía, como si fueran figurantes de un colosal anuncio publicitario. Por descontado que en ese territorio toda presencia indeseable es rápidamente exorcizada y corresponde maltratar, expulsar o castigar a cualquiera que no sea capaz de exhibir modales de clase media.

Entre esas dos visiones se debate hoy esa nueva disciplina que en arquitectura atiende al diseño de exteriores. Por un lado los imperativos que marcan conjuntamente el mercado y la política obligan al arquitecto a afinarse en la producción de espacios que sean a la vez vendibles y vigilables. Para ello se le tienta con ofertas que pueden espolear su tendencia a convertir la obligación de crear en pura soberbia formal, de la que el producto suelen ser espacios tan irritantes como inútiles. Frente a las tentaciones de una ciudad hecha poder y hecha dinero, el arquitecto puede hacer prevalecer, en cambio, lo que quede en él de voluntad de servicio a la vida, es decir a eso que ahí fuera se levanta y se desmorona sin descanso, la actividad infinita de los viandantes, las apropiaciones a veces furtivas, a veces indebidas, de los desconocidos.



Manuel Delgado es antropólogo.
Martes, 05 Septiembre, 2006

08 junio 2010

LA FALTA DE ESPACIO PÚBLICO ALIENTA EL VANDALISMO

Turistas agotados en busca de un descanso. Usuarios del Bicing. Pakistaníes vendiendo latas de cerveza. Camareros ahuyentando a los sin techo que piden limosna en las dos terrazas del lugar. Y agentes de la Guardia Urbana pendientes de que los skaters no rueden por la plaza dels Àngels de Barcelona, donde solían hacerlo hasta que el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA) se convirtió en punto de interés turístico. Situaciones similares se viven en el resto de capitales, donde los bares tienen preferencia a las canchas de baloncesto.
La ciudad como mero escenario de intercambio mercantil, progresivamente privada de sus espacios públicos, sometida a una imparable especulación urbanística y cargada de símbolos de poder, constituye el escenario propicio para el vandalismo. Así lo pone de relieve el estudio El vandalismo como fenómeno emergente en las grandes ciudades andaluzas, editado por el Centro de Estudios del Gobierno regional, que detecta un incremento de la violencia juvenil contra bienes públicos y privados.



"Ciudad mercado"

Dicha subida, según el estudio, supone un "claro indicador de exclusión social" derivada de la falta de expectativas que impone a la juventud la llamada "ciudad mercado", cada vez más orientada al turismo en detrimento de la comodidad del ciudadano. En resumen: una juventud sin alternativas de ocio y poco espacio disponible muestra una mayor predisposición a percibir la ciudad como un espacio ajeno contra el que es lícito cometer actos de violencia.
Las conclusiones del estudio del Gobierno andaluz pueden extrapolarse a todas las ciudades neoliberales, según sus responsables. "La ciudad cara, inhóspita y difícil de disfrutar para quien no opta al consumo genera vandalismo", opina Francisco Aix, investigador del Departamento de Sociología de la Universidad de Sevilla y coautor del estudio, realizado a partir del número de alertas por actos vandálicos comunicadas al 112 y reforzado con entrevistas a policías, bomberos, servicios de emergencias y jóvenes de hasta 30 años realizadas entre 2005 y 2008. En toda Andalucía, se pasó de 574 llamadas al 112 en 2005 a 3.303 en 2008.
Francisco Aix, no obstante, puntualiza que el interés del estudio es fundamentalmente sociológico, ya que la definición cuantitativa del fenómeno es difícil, más aún por la integración en el 112 de llamadas que antes se realizaban a otros números de emergencias, como el 061 y el 062. "Pero sí es evidente", explica, "que los disturbios de 2005 en la periferia de París y su enorme proyección mediática generaron un efecto llamada en todas las ciudades analizadas".
Una voz reputada en el debate sobre la crisis del modelo de ciudad, el urbanista Jordi Borja, señalaba ya en 2001 que el fenómeno actual "no se trata de una crisis de la juventud [...]. Se trata de una crisis de sociedad, que excluye a una parte de los que representan su futuro", señala Borja en el texto La ciudad como desafío, realizado dentro de un proyecto educativo en Gijón.

fuente: Periódico Público 
P.F. / Á.M. / A.M.V. / P.R. SEVILLA / BARCELONA / MA 10/07/2009